Por Mónica Lorena Quintero
Nuevamente elecciones y las fuerzas políticas buscan diferenciarse con propuestas de toda clase, para incidir en el debate público, esto apunta a influenciar en el electorado.
Aquí voy a centrarme en algunos métodos para obtener ideas de plataforma, cuando éstas no provienen de asesores pagos.
¿De dónde salen esas ideas, de qué forma se obtienen? ¿Les pasó alguna vez de presentar un proyecto o una propuesta de trabajo y que la misma fuera cajoneada, para luego ser presentada en desmedro del autor? Esto por citar ejemplos, constituye un vicio de la vieja política.
Cuántas veces se hace uso de un curriculum vitae sin autorización, como hoja de ruta para justificar la gestión de personas que carecen de un perfil adecuado, pero que se encuentran ocupando un cargo público o de representación política y deben estar a la altura de las circunstancias.
De esta forma el capital social (por los contactos obtenidos por estudio) y por la formación paga no tiene posibilidad de reconocimiento para quien se capacita, pero si para quien "usurpa" o bien ocupa un lugar bien remunerado, una práctica muy común y deshonesta.
En teoría, representa lo que NO SE DEBE HACER, PERO SE HACE. Esto es moneda corriente en la política y en la función pública, porque prevalece la discrecionalidad en los ambientes donde se desarrollan. No se confundan, esto no es discurso de la anti-política, no tiene nada que ver con el purismo neoinstitucional ni academicista, como quieren hacernos creer los practicantes del “todo vale”. Por el contrario, lo que se busca es visibilizar lo que no hay que tolerar por constituir un atropello en administraciones anti-meritocráticas, asimétricas, donde se milita hasta el cansancio por la “igualdad de oportunidades”, ¿oportunidades para quienes? ¿para los mismos de siempre?.
El problema de algunos dirigentes y funcionarios es que carecen de ideas y de formación. Esto se da porque ocupan lugares de poder y arrasan con todo lo que ven a su paso. Consideran que en la arena política y en el sector público todo vale. Un comportamiento que, de perdurar en el tiempo, significa que lo sostiene un sistema que busca conservar el status quo de sus eternos y herméticos actores: muchos hombres y pocas mujeres, agotados de ideas y de políticas públicas. Los mismos de siempre, para impedir toda oportunidad a la participación y oxigenación en los lugares que ellos ocupan por tradición.
Para erradicar estos hábitos que profundizan la falta de ética, la injusticia y la desigualdad, hace falta transparentar las propuestas de trabajo una vez que son requeridas por la autoridad, los informes de gestión y los curriculum vitae de cada persona en su puesto de trabajo. Esto se corresponde con los principios de transparencia y de rendición de cuentas, lo que ayuda a erradicar toda forma de competencia desleal en los ambientes de trabajo, fundamentalmente en los lugares altamente competitivos, poniendo en plano de igualdad y de justicia a sus equipos. Entendiendo que los agentes públicos son profesionales que además de trabajar, se siguen formando con ingresos propios, porque entienden que el estudio no solo es una forma de actualización de conocimientos, sino también de “oportunidad” de mejora. Esto último, en caso de que se premiara el conocimiento y la capacidad.
Por eso, resulta importante dejar de resistir el cambio cultural al interior de las administraciones, transformar estas prácticas de “ventajismos” y vicios de la vieja política para sostener personalismos carentes de conocimientos, empatía y de habilidades para conducir y gestionar equipos de alto rendimiento.
LA NUEVA POLITICA tiene que ver con la instauración de valores fundamentales, además de adaptarse rápidamente a las necesidades cambiantes, haciendo lugar a lo que la sociedad reclama: una mejor política. Llevado esto a los ámbitos de trabajo, se traduce en respeto hacia el valor de la palabra, a la autoría intelectual, al mérito, a la experiencia, al reconocimiento del trabajo del otro, a que se tome en cuenta el esfuerzo porque entiende que el recurso más valioso es su gente.
Si queremos sociedades equitativas, primero hay que profundizar y abordar los valores más democráticos.
Las universidades, por ejemplo, constituyen espacios de formación de esos valores, por lo que debieran ser totalmente íntegras y ejemplares al momento de rechazar toda forma de práctica deshonesta. Y también porque cumplen el importante rol de brindar capacitación a los trabajadores del sector público.
Como vemos hay dos ejes primarios para tener en cuenta si queremos Estados eficientes: lugares de decisión ocupados por gente con una visión amplia y un entendimiento profundo de la Administración Pública, y recurso humano competente, con sólida formación en las tareas que le serán encomendadas.
Esto es algo que aparece como lógico y de sentido común, pero que en 40 años de democracia no se ha podido concretar. Ese es, precisamente, el desafío.
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